FESTIVAL DE FOTOGRAFÍA EMERGENTE. Emergentes 2022.
El Festival BFOTO celebra su IX edición.
El Centro de la UNED de Barbastro colabora activamente con el Festival en la organizacion de varias exposiciones de fotografía de artistas emergentes en las Salas del Centro.
Del 19 de agosto hasta el 24 de septiembre se podrán visitar en las Salas Francisco de Goya y Francisco Zueras la exposición de los proyectos Las flores mueren dos veces de Cristóbal Ascencio, Cada paso es un diálogo de Maria Joao Salgado, Los pecados de los otros de Joaquín Zamora y Four Women de Yujie Zhou.
EL FESTIVAL
Extraños fototropismos
Vivimos en el mundo de los eventos llenapistas donde lo único importante son los números, pero olvidamos que con ese criterio descubrir algo se vuelve imposible. Y, sin embargo, buscamos emociones exclusivas, únicas e intransferibles… exactamente igual que esos mil trescientos que tiene a su lado. Habría que ir pensando qué es lo que se quiere, al margen de likes, impactos económicos y repercusión, si queremos experiencias o queremos reverencias. Y mientras cada uno va a lo suyo, nosotros a lo nuestro: apostar por la fotografía, por las historias que cuentan cómo son los lugares que habitamos o buscar herejes, que alguno queda.
Y es que aquí cada uno tiene su pedrada, aunque los peores son los que no tienen diagnóstico, todo el día saliendo en pantomima full. De los diagnosticados, nos quedamos con los fotógrafos. Gente seria, capaces de participar en festivales de lugares remotos, de intentar vender fotos o de enfocar al cielo azul. Poca broma. Algunos sostienen que es la necesidad vital de contar historias, otros que si la pulsión escópica y hasta alguno dice que es por ligar, que ya es optimismo. Y sin embargo, el festival se muestra como lugar de encuentro, de intercambio, de conocimiento e incluso de ciertas ingestas, no siempre intelectuales. De la combinación de los anteriores factores se obtiene una simpar mezcla que lo mismo termina en debate y reflexión que en urgencias, por no hablar de documentar gráficamente la realidad, entelequia sin asumir aún por la mayoría.
La fotografía tiene ese atractivo de lo imprevisto, de azar domesticado, de acto mágico que construye narraciones. A veces puede parecer una cuestión de fe, pero hay que recordar que nadie puede querer lo que desconoce y el paso previo al descubrimiento es siempre el de la búsqueda. Iniciar algunos viajes es arriesgado, ya lo dijo Shackleton, pero de esa incapacidad del ser humano por permanecer quieto en una habitación emergen tanto las cosas que se ven en este festival como sus lecturas. Nuestro objetivo es llenar la calle de fotos, las salas de gente, los actos fotográficos de participantes y las cabezas de preguntas. Parece fácil, pero tendría que ver qué cabezas encuentra uno, señora, metes una pregunta y te sale el noveno mandamiento. Un sindiós.
Y sin embargo está el inefable placer de la comunión fotográfica, hecho que acontece en algunas ocasiones cuando se dan las circunstancias adecuadas. Se produce durante los festivales, espacios donde la fotografía protagoniza el acercamiento cultural que las actividades de creación artística propician. En ellas sus creadores describen sus mundos estableciendo narraciones que muestran esas interpretaciones de la realidad que llamamos miradas y que serán extrañas, emocionantes o hirientes, pero que nos enfrentan a mundos interiores, propios o ajenos. Y en último extremo, ya sabe: viaje por festivales pequeños, son más fáciles de visitar.
ANTONIO LACHÓS
Cristóbal Ascencio
Las flores mueren dos veces
Las flores mueren dos veces trata sobre una reconciliación. Mi padre, de nombre Margarito -como las
flores- era jardinero y murió por primera vez a mis 15 años. 15 años después, supe que su muerte
había sido un suicidio y fue entonces cuando murió por segunda vez. En su carta escribió sobre
plantas y se despidió diciendo: “Perdóname y comunícate conmigo.”
Tras recibir esta información, me obsesioné con mis propios recuerdos y cómo esto los afectaba.
Mediante la revisión de álbumes familiares y la manipulación de datos estructurales en sus
fotografías, cuestiono los recuerdos asociados a ellas. A partir de esta experimentación creo nuevas
imágenes que sirven como metáfora para hablar sobre la memoria corrompida. A través de la
imagen buscó darle forma a su ausencia y establecer un diálogo entre nuestros mundos. La
fotografía sirve como punto de partida para cuestionar el relato personal y explorar un universo
propio donde las plantas sirven de puente.
Después de su muerte, la relación con mi padre siguió viva. Lo encuentro en el mundo vegetal. Desde
el renacimiento, los jardines se conciben como un lugar de encuentro para el hombre consigo
mismo y con la naturaleza. Tomando como referencia los planos paisajísticos del último jardín en el
que trabajó mi padre y las plantas que sembró y aún siguen vivas, utilizo técnicas de fotogrametría
para realizar un jardín digital compuesto por imágenes que establecen un diálogo entre la fotografía,
la memoria, el mundo digital y lo orgánico.
Este proyecto es mi respuesta a las últimas palabras que escribió mi padre y una invitación a pensar
en todas las relaciones que alguna vez formamos y que continúan desarrollándose después de la
muerte.
Cristóbal Ascencio (Guadalajara, México, 1988). Estudio una Licenciatura en Medios audiovisuales y publicidad en CAAV de Jalisco (2012) y un Máster en fotografía contemporánea y gestión de proyectos en EFTI, Madrid (2022). Su práctica se expande a nuevas formas de la imagen como la realidad virtual, la manipulación de datos y la fotogrametría. Su trabajo se centra en la relación que existe entre imágenes y memoria y cómo construimos diferentes identidades y realidades a partir de esta correspondencia.
Maria Joao Salgado
Cada paso es un diálogo
Recuerda que el mundo está hecho de historias – me dijo alguien.
Tropezamos, todos los días, en un discurso sentimental con enormes puntos de soledad, donde perdemos el habla y la dificultad no es recordar sino olvidar. Aquí, vivo para olvidar.
Desenrollando el silencio de quien siente que el otro pierde la palabra. Hoy, es en mí que falta este discurso.
Grito para no estar sola, expresando un compuesto de identidad, silencio y pasión, al mirar la relación del yo con el otro y la relación del yo con el yo. De cómo nos transforma, de cómo casi no nos encontramos y de cómo nos redefinimos. Cada imagen es un fragmento de esta transformación y su todo es la pieza confusa donde se inserta.
Esta es solo otra historia de amor.
Con un marcado lenguaje documental, pero desde la más profunda intimidad, la autora convierte en imágenes los estados emocionales de un proceso de desamor. En un hilo narrativo unidireccional, desentraña estas emociones al ritmo de una montaña rusa que nos hace subir y bajar vertiginosamente, que nos genera expectativas y nos decepciona, nos da placer y miedo, nos emociona y entristece. Nos habla del amor y de todo lo contrario. Y de todo lo demás, de estos puntitos en los que el amor y el dolor se saludan. Las heridas mal curadas, el árbol caído, la ceguera de un animal sin rumbo sobre la tierra inestable, el soplo ahogado a pulmón abierto, la fragilidad de la noche espinosa, el frío de la rabia y el calor de la pasión desenfrenada que nos lleva a dar con el fondo y armarnos en Phoenix para finalmente llegar a un luminoso camino de salida que nos obliga a caminar atónitos para ver más allá de la niebla, anticipando el futuro. Cada paso es un diálogo. Vitor Nieves.
Maria João Salgado (Portugal, 1992). Estudió en el Instituto Portugués de Fotografía (IPF) y en el Instituto de Producción Cultural y Artística (IPCI) en Oporto. Desde 2015 se ha centrado en la Fotografía Documental, principalmente desarrollando proyectos sobre derechos humanos y comunidades de vida alternativa. Actualmente, se está enfocando en un enfoque más artístico, desarrollando temas sobre temas personales para transitar mejor el presente.
Joaquín Zamora
Los pecados de los otros
Nací en una tierra de reyes y reinas que hablan de fe y comunión, familia y tradición. Donde la sangre seca mancha y a quien habla alto se le enseña a hablar pausado. Los pasos de todos ellos están en las huellas de uno solo.
“Los Pecados de los Otros” es un proyecto de fotografía documental sobre una familia en la que se heredan la camisa, el rifle y las ideas. A mediados de 2017 comencé a fotografiar a los cinco hermanos de la familia H, durante la infancia y adolescencia, en su finca de vacaciones. Esa finca también fue la de sus padres y sus tíos y la casa de su abuela antes que la suya.
A lo largo del proyecto no vemos a los adultos en las imágenes, pero sí aparecen a través de los niños, de su crecimiento y su desarrollo.
La libertad de la infancia, del campo, de un lugar atrapado en el tiempo que es mágico cuando no lo comprendes, quedan poco a poco escondidas, atrapadas, olvidadas. Llevadas a un lugar donde no poder encontrarlas. El crecimiento implica el cambio y este es definitivo. Poco a poco desaparece la niñez de las imágenes y se convierten en quienes deben ser. Las paredes están llenas de fotografías de antepasados, de utensilios de otros tiempos, de libros pesados y de camas viejas. Las ideas que hay dentro parecen caer de la misma manera que la casa, la propia finca y la forma que tienen de terminar por ser quienes son ahora; a la fuerza.
Joaquín Zamora (Madrid,1998) estudia en SUR, Escuela de Profesiones Artísticas de Madrid y posteriormente realiza el Máster de Fotografía Contemporánea y Gestión de Proyectos en EFTI. Interesado en la historia de España, habla de las historias ocultas, la identidad y el territorio. Sus trabajos están contaminados por la literatura y la música.
Yujie Zhou
Four Women
Four Women comenzó en 2019, dos años después de la muerte de mi bisabuela. En ese tiempo, comencé a regresar a su casa; dónde vivía ella y dónde vivíamos juntos, para redescubrir sus historias. Devolviendo la vida al pasado de mi abuela, redescubriendo las historias de las mujeres de mi familia con las que crecí antes de que fueran madres y abuelas, cautivadas por lo que son y fueron como personas. De las cuatro generaciones de mujeres en mi familia: mi bisabuela, mi abuela, mi madre y yo. Todo esto me llevó a verme y entenderme a través de sus ojos y a través de mis imágenes de ellos. Los cuatro, a través de los demás, hemos atravesado 100 años de cambios acelerados en China. Todos hemos sido cambiados y engullidos por los tiempos. Mi bisabuela, mi abuela y mi madre nunca se atrevieron a decir que eran feministas; Aun así, incrustado en mí desde mi nombre unisex de nacimiento, la forma en que me criaron es lo que me han hecho: una feminista, una artista. Todo se lo debo a ellos.
Yujie Zhou (China, 1997) es una artista visual que trabaja con la fotografía como su principal medio. La práctica de Yujie busca interrogar las narrativas históricas dominantes y la individualidad a través de la lente de una voz crítica autorreflexiva. Su trabajo artístico tiene como objetivo dar agencia visual a la información oculta bajo la censura sofisticada y los sistemas de vigilancia represivos, impuestos por la tecnología o por las estructuras sociales que han oprimido repetidamente a las mujeres no solo a lo largo de la historia sino hasta el día de hoy. Se graduó con una licenciatura en Ingeniería Mecánica en 2019; y actualmente está realizando su Maestría en Artes en Fotografía en la Universidad Aalto, Finlandia. El trabajo de Yujie se ha mostrado internacionalmente en instituciones como Luxelakes.A4 Art Museum; y ha estado trabajando como asistente curatorial en el Museo de Arte Deji y el Museo de Arte Luxelakes.A4 desde 2019.