A estas alturas del texto ya no sé si Bofarull es Maribel o la tía de Marcelino escuchando un "rock and roll" según el libreto de Mihura en el cuarto de estar de "la casa", interpretado por Elvis Presley. Pero me centra en una de las pasiones (para algunos auténticos calvarios) del mago impresor: la música siempre a todo volumen. Jazz del más free, rock del duro, músicas étnicas de las raras, orquestas sinfónicas enloquecidas o, directamente, sonidos dodecafónicos y minimalistas ilustran al que pertenece a la familia de proximidad. Bofarull sabe un huevo de música (abonado habitual del Auditorio).
Otra característica esencial del "Bola" es su capacidad de hipnotizar con su erudición sobre el devenir zaragozano mundial (Bofarull sabe de todo, en su más amplia acepción). Y ya que hemos empezado con Breton, y metidos en familia, vamos a trepar por las ramas de la genealogía: si contaba Luis Buñuel en "su" último suspiro que uno de los grandes acontecimientos de la vida zaragozana que recordaba fue la exhibición de un aviador francés que se elevó una veintena de metros entre el asombro y los aplausos de la gente, Bofarull cuenta otra azaña aeronáutica: la de un ciudadano que se comió una avioneta; y su narración emocionada del hecho, en el que no hubo ni artimañas ni vicio, es para asombrar al más pintado (o al más pintor). |