HUELLAS DE LUZ Y COLOR por J. Francisco Ruiz

Aunque a muchos les pueda parecer novedad reciente, la costumbre de celebrar el aniversario de acontecimientos dignos de recuerdo coincidiendo con una cifra redonda de años surgió en el mismo instante en que el ser humano comenzó a preocuparse por llevar un cómputo ordenado del tiempo. Ya en los albores de la civilización se hicieron habituales breves altos en el camino para tomar aliento, echar la mirada atrás y, así, poder contemplar el terreno andado antes de continuar por la ruta trazada, sin perder el rumbo. En 2005 se cumple el primer centenario de la creación de la Caja de Ahorros de la Inmaculada y ¿qué cifra resulta más redonda que 100 años, todo un siglo, para festejarlo con la sociedad que dio vida a la institución y a cuyo servicio se encuentra?

CRISTOBAL TORAL. Sin título. Acuarela sobre papel. 100 x 70Entre los múltiples actos programados para conmemorar -es decir, hacer memoria y, con ella, un balance- el nacimiento de CAI y su trayectoria desde ese momento hasta nuestros días, se incluye la exposición para la que se ha elaborado este catálogo. Su particularidad radica en que no se trata de una más de las muchas organizadas regularmente por la entidad en su cotidiano empeño en difundir la cultura. Por primera vez en su ya dilatada historia, CAI presenta en público una parte limitada pero significativa de su patrimonio artístico. Y lo hace poniéndola al alcance de todos los aragoneses, pues está previsto que visite Huesca y Teruel, además de Zaragoza.

Esta novedosa exposición está compuesta "sólo" por 32 piezas espigadas con mimo por su comisario, Ángel Azpeitia, de una colección que en la actualidad cuenta con casi 2.000. Los criterios de selección adoptados, con el fin de construir un discurso coherente, han dejado fuera de la misma las obras de formato muy pequeño y, tras mucho cavilar, aquellas que no estuvieran confeccionadas exclusivamente con técnicas pictóricas (esculturas, fotografías, cerámicas, obra gráfica, instalaciones y las relacionadas con las nuevas tecnologías). También se ha decidido excluir a los autores aragoneses, protagonistas de la muestra inmediatamente anterior, y a los extranjeros, de escasa presencia. Finalmente, otro amplio grupo ha debido ser descartado de acuerdo a las directrices establecidas para articular el conjunto, dividido en campos temáticos en los que no ha encontrado un hueco, y por las lógicas limitaciones de los espacios expositivos.

ISABEL VILLAR. Un ángel en barbecho. Acrílico sobre lienzo. 80 x 100Las obras escogidas constituyen, por lo tanto, una mínima parte de la citada colección. La punta hoy visible de un iceberg -que podría contar con otras de similar categoría, a modo de brillante corona-, que se ha ido formando pacientemente durante décadas. Esa recopilación no fue proyectada a priori, con unos objetivos determinados o con una intención predefinida. Tampoco se ha buscado su posible rentabilidad o cualquier tipo de rasgo definitorio que facilitara su posterior explotación. Se trata, en lo fundamental, del poso dejado por las decenas de exposiciones que han tenido lugar en las distintas salas gestionadas por CAI: Luzán, Barbasán y CAI Huesca, tanto individuales como colectivas. De casi todas ellas, fuese cual fuese su contenido o trascendencia, se ha conservado una pieza, que a su valor artístico añade el de ser un retazo palpable de memoria. Remembranzas plásticas de momentos concretos de la historia más reciente.