JOSÉ LUIS GIMENO AZNAR
Venía a ver y resultó mirado... ésta podría ser la leyenda de un «capricho» de Goya o el subtítulo de alguna serie de Javier Joven, aludiendo a la crisis de la representación, incluidos ciertos interrogantes sobre la función del arte para la sociedad y el hombre. Puede que también sirva para expresar un deseo respecto a los visitantes de esta exposición.
Desde la existencia de pintores y obras tan críticos, tal crisis no sólo es innegable, sino que probablemente pasa a ser la principal causa, explícita o subyacente, respecto a la que pintar algo.
0 deviene una evidente sinrazón, ya que la misma idea de causa, sea ligada a la predeterminación o lo sea al porvenir, también pasa por momentos críticos. Estos en los que el tiempo marca la oportunidad, esos en los que aquí y ahora debería acontecer algo, cuando menos una variación certera. 0 en los que volver a repetir lo mismo toma otro sentido. Diseminación de sentidos provocada por la diferencia entre lo que las cosas son y lo que representan. Apertura también en el mismo lenguaje, red de signos que merodea y atrapa al ser que sigue vivo, filtro de expresión. Entre lo superficial y lo profundo, entre lo claro y lo oscuro, transita anfibio, lo real del símbolo. Es entonces la insistencia tan clara de una ambigüedad esencial en la entraña del arte la que hace que cualquier significado que en él se pose pueda resultar peregrino.
Peregrinaje peculiar el del pintor de nuestra época, pues su quehacer no sólo no puede dejar de ser físico y metafísico a la vez, sino que además el efecto reflexivo de las obras ha situado al ser humano, sus acciones y producciones, en el centro del foco. Como el principal enigma para esa lente por él mismo inventada y que forma parte de su extrañamiento.
Ya Freud se preguntaba en El malestar en la cultura cómo puede ser que el vivir en sociedad, que la misma humanización parezca incrementar la violencia y el sufrimiento que habita entre nosotros. Frente a ello no caben ilusiones engañosas. Las representaciones serán imágenes y en tanto tales captan y cautivan al ojo, pero también praxis simbólica, mirada sobre lo real. Y en la eterna lucha entre Eros y Tánatos, ahora que sabemos que ambos van entrelazados, que la cultura construye y destruye, que muestra y vela... ¿A qué me sujeto para ser creativo? ¿Cómo no ser un encubridor cuando descubro?
¡Todo es tan obvio y tan extraño! Parecen perdidos ese lugar y ese tiempo que eran fieles. Y sin embargo todo sigue ahí: mi cuerpo y sus vísceras, tu piel y tu boca... y el mundo que también es un poco nuestro. Si tengo sentidos y siento, si conozco el presente y lo presente, si incluso presiento Tu Presencia en todas y cada una de las cosas. Si intuyo una existencia serena, más acá de todo horror y toda maravilla, fruto de la asunción de lo que es y somos, de la autentificación que concilia hasta al ser humano en su artificio: ¿por qué esta insatisfacción, este desasosiego? ¡Qué liberación cuando nada falta, cuando sólo subsisten el don y la ofrenda!