General Ricardos vista desde la carretera de Graus.

LAS POSTALES Y LA MEMORIA

Vivimos en una época de coleccionistas. Ordenamos, agrupamos y guardamos todo: estampas de la abuela y cromos de nuestros padres, colecciones de revistas y recortes de temas que nos interesan, anuncios de cine, cartas y recuerdos de familia. Vivimos un culto al pasado que se manifiesta en el consumo y comercialización de la moda "retro;' de la novela histórica y de los objetos de anticuario, una "explosión de lo viejo" que coexiste y se refuerza con lo efímero, la rapidez y lo transitorio.

Cada vez hay más archivos y museos públicos y la oferta de sus temáticas se hace más diversa. Mientras el ámbito público demanda conmemoraciones, placas y recordatorios, el espacio privado se llena de marcos, soportes y mobiliario para guardar colecciones y exponer las mejores obras heredadas o adquiridas. Hemos convertido nuestras viviendas en templos de la memoria en los que las fotos de familia nos mantienen ligados al pasado por medio de la imagen. Nuestra identidad privada cuelga de las paredes y la podemos recorrer a través de una ruta que se inicia con nuestros más antiguos antepasados.

Una parte de nuestra identidad pública está colgada en las paredes de esta sala de exposiciones. Las postales de la colección de Alfredo Ezquerro nos permiten enlazar los dos siglos anteriores con el presente..

Son fotografías sobre cuyos motivos hemos construido un imaginario visual que va más allá del objeto retratado. Algunas de ellas presentan la evolución en el tiempo de espacios sobre cuyas denominaciones puede seguirse el componente más ideológico político de las imágenes (una misma plaza se denomina de la República o del Mercado, de los Mártires o de José Antonio y de la Constitución, un mismo puente de la Victoria o de la carretera de Graus dependiendo del "momento político"); otras rescatan de nuestros recuerdos nociones abstractas que desbordan los edificios, las calles o las plazas entendidos como pura arquitectura cotidiana. Representan algo más y tienen un poder evocador que supera la representación de los puentes, caminos y plazas concretas.

Los puentes sirven para atravesar los ríos y unir espacios separados, el inicio de los caminos supone el final de las ciudades, las plazas se hicieron para reunir a las personas, desde las murallas se defendieron los puentes y los caminos.

Las imágenes de puentes evocan el río, el río Vero y sus orillas humanizadas o metidas en cintura de hormigón, las carreteras y caminos nos introducen en los límites del llano, la montaña y Somontano, las plazas son escenarios sociales excepcionales sobre los que aparecen y desaparecen generaciones cada vez que una postal se reedita. Cuando esto sucede y una de ellas llega a nuestros ojos cristalizan los sentimientos en un recuerdo que parece colectivo.

Sin embargo los recuerdos son personales e individuales y mueren con cada uno de nosotros. Y es que los recuerdos colectivos que nos sugieren estas fotografías son producto de la selección de imágenes que han venido realizando los postaleros desde el inicio de la fotografía. Cada vez que han elegido un motivo, un edificio, una calle o un paisaje estaban haciendo una declaración, nos están indicando que esta historia es la que debemos recordar.

Juan Carlos Ferré Castán
Profesor de Historia