LAS POSTALES Y
LA MEMORIA
Vivimos en una época
de coleccionistas. Ordenamos, agrupamos y guardamos
todo: estampas de la abuela y cromos de nuestros
padres, colecciones de revistas y recortes de
temas que nos interesan, anuncios de cine, cartas
y recuerdos de familia. Vivimos un culto al
pasado que se manifiesta en el consumo y comercialización
de la moda "retro;' de la novela histórica
y de los objetos de anticuario, una "explosión
de lo viejo" que coexiste y se refuerza
con lo efímero, la rapidez y lo transitorio.
Cada vez hay más
archivos y museos públicos y la oferta
de sus temáticas se hace más diversa.
Mientras el ámbito público demanda
conmemoraciones, placas y recordatorios, el
espacio privado se llena de marcos, soportes
y mobiliario para guardar colecciones y exponer
las mejores obras heredadas o adquiridas. Hemos
convertido nuestras viviendas en templos de
la memoria en los que las fotos de familia nos
mantienen ligados al pasado por medio de la
imagen. Nuestra identidad privada cuelga de
las paredes y la podemos recorrer a través
de una ruta que se inicia con nuestros más
antiguos antepasados.
Una parte de nuestra identidad
pública está colgada en las paredes
de esta sala de exposiciones. Las postales de
la colección de Alfredo Ezquerro nos
permiten enlazar los dos siglos anteriores con
el presente..
Son fotografías
sobre cuyos motivos hemos construido un imaginario
visual que va más allá del objeto
retratado. Algunas de ellas presentan la evolución
en el tiempo de espacios sobre cuyas denominaciones
puede seguirse el componente más ideológico
político de las imágenes (una
misma plaza se denomina de la República
o del Mercado, de los Mártires o de José
Antonio y de la Constitución, un mismo
puente de la Victoria o de la carretera de Graus
dependiendo del "momento político");
otras rescatan de nuestros recuerdos nociones
abstractas que desbordan los edificios, las
calles o las plazas entendidos como pura arquitectura
cotidiana. Representan algo más y tienen
un poder evocador que supera la representación
de los puentes, caminos y plazas concretas.
Los puentes sirven para
atravesar los ríos y unir espacios separados,
el inicio de los caminos supone el final de
las ciudades, las plazas se hicieron para reunir
a las personas, desde las murallas se defendieron
los puentes y los caminos.
Las imágenes de
puentes evocan el río, el río
Vero y sus orillas humanizadas o metidas en
cintura de hormigón, las carreteras y
caminos nos introducen en los límites
del llano, la montaña y Somontano, las
plazas son escenarios sociales excepcionales
sobre los que aparecen y desaparecen generaciones
cada vez que una postal se reedita. Cuando esto
sucede y una de ellas llega a nuestros ojos
cristalizan los sentimientos en un recuerdo
que parece colectivo.
Sin embargo los recuerdos
son personales e individuales y mueren con cada
uno de nosotros. Y es que los recuerdos colectivos
que nos sugieren estas fotografías son
producto de la selección de imágenes
que han venido realizando los postaleros desde
el inicio de la fotografía. Cada vez
que han elegido un motivo, un edificio, una
calle o un paisaje estaban haciendo una declaración,
nos están indicando que esta historia
es la que debemos recordar.
Juan
Carlos Ferré Castán
Profesor de Historia