Si no estás muy alerta la pintura puede inducirte a cometer varios errores de juicio. Si no estás muy atento y te dejas llevar por una mirada superficial, la pintura de Fernando Martín Godoy podría hacerte pensar que la ciudad es un lugar siniestro, oscuro, peligroso. Eso y nada más. 0 peor aún. Puedes pensar que negras sombras inquietantes, preñadas de amenazas, nos rodean y convierten nuestro entorno en un lugar intranquilizador y fantasmagórico del que la figura humana ya ha desaparecido.
Pero no te dejes engañar por las apariencias. A poco que reflexiones te darás cuenta de que, en realidad, ni la noche es tan noche, ni el negro es tan negro.

 

SILO

Acrílico sobre lienzo.
81x81 cm. 2002

Estos paisajes guardan aún los rescoldos del sol negro que no ha mucho los ¿iluminaba? Inmovilizados, congelados, en un destello fotográfico que se adivina. Una vez más la fotografía unida a la pintura (desde las primitivas cámaras oscuras) como amantes furtivos.
Están, sí, todavía, los rastros del sol negro que bañaron estos paisajes, pero están a punto de ser borrados por la luz de plata lunar o por la claridad inminente del amanecer. Contraluces fugaces, casi imposibles, encierran, en cualquier caso, una promesa de segura claridad.
Y acaso situar a la figura humana en este marco sería una obviedad,
una burda evidencia, algo de lo que siempre ha huido la pintura de Fernando Martín Godoy, tanto en sus paisajes rurales como en los urbanos.
Pero esa misma ausencia es también una promesa de salvación; la única promesa de salvación posible. La esperanza en negro. Sólo si estás fuera, si has sido rescatado de ese instante de incertidumbre a punto de cristalizar, puedes aún hacer algo por cambiar lo que no te gusta. No te engañes: la figura humana que falta eres tú que miras desde la orilla de la noche.

Tina Blanco