Pero
Martín Godoy va aún más
lejos, no le interesa cualquier fragmento del paisaje, ya
sea éste rural o urbano, ni cuando encuentra aquél
que le motiva y le seduce a cualquier hora. Paseante impenitente
y contumaz de ese preciso instante en que la luz del día
nos abandona, y las sombras incipientes de la noche van tejiendo
en los volúmenes urbanos esa especie de vacilación
que nos llena de desasosiego. Obsesionado por aprender esos
momentos evanescentes de la realidad modificados por la proximidad
de la noche que son los que después, con la calma necesaria
y suficiente, aramado de pinceles, aceites y pigmentos, trasladará
a la tela donde los detendrá.
Los
paisajes urbanos de Martín Godoy son penetrables con
la imaginación. A cada espectador o espectadora le
traerán olvidos diferentes. Porque nuestros recuerdos
se conforman a partir de memorias y extravíos, conscientes
e inconscientes.
Esos
momentos detenidos con que nos obsequia Fernando Martín
Godoy en esta Exposición, nos llaman a dilatar
en lo posible el tiempo de la observación. De cada
uno de sus cuadros, vacíos de presencias humanas evidentes,
fluye la vida que intuimos al abrigo de inclemencias, arropada
en el interior de coches o edificios. El oficio del artista
es evidente, su habilidad técnica indiscutible. Deseamos
que disfruten vivamente con la contemplación de las
obras.