Desde los inicios de su investigación para uso civil, la energía nuclear se ha presentado como una herramienta que permite a los países satisfacer sus requerimientos energéticos con los menores sobresaltos posibles. Unos la critican por el riesgo latente de accidentes y los residuos radiactivos; otros la defienden por la necesidad de no renunciar a ninguna fuente de energía que satisfaga la demanda energética y por sus bajas emisiones. ¿Cuáles son las tendencias actuales en algunos de los principales países del mundo?
La tecnología nuclear constituye una forma más de obtener energía para los países, tratando de aliviar en parte la asfixiante presión energética sobre los combustibles fósiles, utilizados como auténticos motores de la sociedad de las últimas décadas.
Existen dos métodos para obtener la energía nuclear: la fisión y la fusión. La fusión nuclear se encuentra en fase de investigación, y encontrará en 2016 una reválida clave para determinar su viabilidad, cuando comience a funcionar el proyecto ITER (International Thermonuclear Experimental Reactor), situado en el sur de Francia.
La otra forma de lograrla es a través de la fisión, extendida en todo el mundo. Se trata de un tipo de reacción donde se bombardea un núcleo pesado con neutrones, con desprendimiento de energía y liberación de dos o tres neutrones. En este proceso, el uranio y el plutonio son los elementos más utilizados como materia prima. La principal ventaja es que, frente a los combustibles fósiles, la emisión de gases de efecto invernadero a la atmósfera es notablemente menor. En cambio, los residuos de la actividad nuclear son radiactivos, existe la posibilidad de que se produzcan accidentes y la percepción social que suscita la actividad nuclear no es positiva.
En el mundo existen Estados como China que van a aumentar su objetivo de energía nuclear de cara a 2020. Estados Unidos, Francia, Italia, Alemania y España son otros ejemplos de las tendencias respecto a la energía nuclear.
Estados Unidos, un líder mundial en petróleo venido a menos
Históricamente es la nación que ha encabezado la lista de usuarios de energía nuclear, debido a su vasta extensión, su gran población y su liderazgo económico en el mundo. Es el país con más reactores nucleares en funcionamiento, 104, que aportan alrededor del 20% de la energía que consume; casi todos fueron construidos entre 1967 y 1990. A partir de 1977 se produjo un parón en la construcción de este tipo de plantas, en gran parte influido por el accidente de la central de Three Mile Islands, ocurrido en 1979 y de una gravedad 5 según la Escala Internacional de Accidentes Nucleares (donde 7 es el valor máximo). Se prevé que entre 4 y 6 reactores más inicien su actividad para el año 2018.
Como en tantos otros países, el incremento de la seguridad energética está detrás de la apuesta por esta energía, y más en el caso estadounidense, extremadamente dependiente de los combustibles fósiles y cuya producción de petróleo alcanzó su cénit en 1970.
Francia: la apuesta por la nuclear sin complejos
Entre el 75 y el 80% de la energía en Francia es de origen nuclear
Entre el 75 y el 80% de la energía de la que se abastece Francia procede de su avanzada y extendida industria nuclear, con la independencia energética que ello le proporciona. Cuenta con 58 centrales activas en su territorio, con un reactor más en proceso de construcción y otro en fase de planificación, ambos de la denominada tercera generación. El Estado galo es uno de los más activos en lo que a investigación y desarrollo nuclear se refiere, hasta el punto de que su ex-presidente Jacques Chirac llegó a manifestar el deseo de que su país desarrolle en 2020 un reactor de cuarta generación, cuando algunos cálculos sitúan la puesta en marcha de este tipo de plantas para 2030.
Su apuesta por las nucleares se remonta a 1974, época de la primera crisis del petróleo (con el estallido de la guerra árabe-israelí en octubre de 1973), con el objetivo de paliar la falta de recursos energéticos del país.
Italia: del abandono al retorno
Italia es el único país del G-8 que no utiliza energía nuclear. El accidente de Chernobyl en abril de 1986 hizo que la energía nuclear entrara en un gran período de estancamiento en el mundo, con la reducción de la inversión en el sector y el cierre de muchas plantas; los bajos precios del petróleo contribuían además a que la comunidad internacional no sintiera la necesidad de profundizar en energías alternativas. En el caso del país transalpino, 18 meses después de Chernobyl se convocó un referéndum en el que se planteó el abandono definitivo de este tipo de energía. Esta postura salió vencedora con un 80% de apoyo popular. Italia pasa de ser una de las impulsoras de la energía nuclear, constituyendo en 1946 el primer cuerpo científico con el fin de desarrollar el uso civil de la energía nuclear y de contar en los setenta con cuatro centrales en funcionamiento, a desvincularse totalmente de ella. Lo curioso es que el consumo energético del país sigue creciendo, y empieza a comprar energía de Francia, cuya producción, como se ha visto, es principalmente nuclear. La consecuencia es que el 10% de la energía consumida por Italia es de origen nuclear, pese a que a día de hoy ninguna central está operativa en el país.
En los últimos años, Berlusconi, apoyándose en la potente industria nuclear francesa, ha propulsado el retorno nuclear, debido a la alta dependencia energética italiana. Así, en febrero de 2009 se firmaba un acuerdo por el que varias compañías francesas participarían en la construcción de cuatro nuevos reactores. Según las previsiones, el primero de ellos entraría en funcionamiento en 2013, y cuando los cuatro estuvieran operativos generarían el 25% de la energía consumida por Italia.
Alemania: el mantenimiento pese al recelo popular
La energía nuclear también tiene un papel reservado en la locomotora económica del Viejo Continente. Tras las elecciones de 1998, la coalición entre los socialdemócratas y los verdes pasó a gobernar en Alemania, y dentro de su programa se incluía la eliminación gradual de la energía nuclear, de la que procedía el 30% de la electricidad. Esta medida fue suprimida tras las elecciones de 2009 por la coalición entre los democristianos y los liberales, medida que conllevó alrededor de un año de negociaciones. La opinión pública germana no se muestra partidaria de la construcción de nuevas centrales.
El país cuenta con 17 plantas nucleares en funcionamiento, que proporcionan alrededor del 25% de la electricidad que consume. Al igual que en el caso francés, la primera crisis del petróleo fue el empujón que llevó a Alemania a acelerar la investigación e implantación de la energía nuclear para completar su mix energético, política que se vio a su vez alterada después del accidente de Chernobyl. Hasta 19 reactores fueron clausurados en el país entre los años 1971 y 2005.
China, un modelo nuclear a lo grande
El nuevo gigante económico mundial también ha puesto sus ojos en los usos civiles de la energía nuclear. Se prevé un auténtico boom de centrales en un país donde actualmente 13 plantas están activas en la China Continental (se excluyen Macao, Hong-Kong, Taiwán y otros archipiélagos menores): otras 77 más entre las que están en proceso de construcción y otras más que iniciarán esta fase pronto. A estas habría que sumar otra buena cantidad de propuestas de nuevas unidades nucleares.
China pretende aumentar su objetivo de energía nuclear desde los 8,6 GW actuales hasta los 86 GW en 2020
Como se comenta al principio, el país pretende aumentar su objetivo de energía nuclear desde los 8,6 gigavatios (GW) actuales hasta los 86 GW en 2020, multiplicándose por 10 su contribución; en ese momento supondría un 5% de su gasto energético. Además, las perspectivas apuntan a un aumento hasta los 200 GW en 2030, y hasta los 400 GW en 2050.
España, una política incierta
Nuestro país ha seguido una trayectoria incierta en los últimos años en lo que a la política nuclear se refiere. La primera central empezó a funcionar en 1968 (la de José Cabrera, cerrada en 2006), y actualmente son ocho las que operan (Almaraz 1 y 2, Ascó 1 y 2, Cofrentes, Garoña, Trillo y Vandellós 2). En la Ley de Economía Sostenible, iniciativa puesta en marcha por el Consejo de Ministros en noviembre de 2009, se abogaba por cumplir el plazo de 40 años de funcionamiento para las mismas, pero este mismo mes se ha aprobado en el Congreso que puedan operar más allá de dicho período. El impacto de la medida se verá principalmente en la próxima década, cuando todas las centrales lleguen a los 40 años de vida, excepto la de Garoña, que los alcanzará el próximo año y cuenta con una prórroga en vigor hasta 2013 que no se puede descartar que sea revisada. En estos momentos un 20% de la energía consumida por el país procede de la nuclear.
En España los grupos que defienden el cierre nuclear siempre han mostrado una gran actividad reivindicativa. Tenemos un ejemplo este mismo mes, con el acceso por parte de activistas de Greenpeace a las instalaciones de la planta de Cofrentes.
En el mundo actual la seguridad energética tiene un gran valor económico, político y de supervivencia, y muchos países, sobre todo aquellos que no cuentan con muchos recursos en su territorio, acuden a la energía nuclear como alternativa para contribuir a la satisfacción de sus necesidades. De esta forma, se ha hecho un hueco en el modelo energético que probablemente irá haciéndose más grande a medida que se sigan consumiendo las reservas de petróleo y gas natural. Todo ello pese a los temidos riesgos que lleva asociados respecto al terrorismo y la proliferación nuclear, y a que la energía nuclear no es una renovable: también el uranio es finito.
Principales fuentes consultadas: World Nuclear Association, Nuclear Energy Agency.
Otros artículos de Energía
Por Fco. Javier Molina García
redaccion@ambientum.com
JCM UNED Barbastro