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Algoritmos
Dieciecho por veinticuatro es un formato fotográfico. Son dieciocho
los trabajos que se presentan en Dadelos, la nueva entrega de la revista
que nace en Ipiés de vez en cuando. Veinticuatro es el número de ejemplares,
algo extraño en la época de la abundancia y de la sobreexplotación,
de la piratería, de la producción seriada y la ilimitada reproductibilidad
de los soportes digitales.
Dieciocho autores en la revista es algo paradójico en un pueblo en
el que sólo viven tres personas. No se trata de un experimento de clonación.
Es el fruto de la conjunción -astral o telúrica- que tiene lugar en
un punto entre el Mediterráneo y el Cantábrico, a 60 kilómetros al sur
de la frontera francesa, y a 40 kilómetros de Huesca, junto a Sabiñánigo,
como referencias más inmediatas.
Utopía
Ipiés es en el fondo eso, la construcción de una pequeña utopía. Una
utopía mantenida a base de tiempo libre de mis amigos, a la que a veces
se apunta demasiada gente para la capacidad de la veintena de casas
del lugar. Una utopía alimentada no sabría si decir virtualmente -la
palabra ya cansa-, pero si a distancia, a golpe de teléfono o volante.
Soledad
Con esta situación no es de extrañar que el tema de esta segunda entrega de la revista sea el de la Soledad. Por si aún no te habías dado cuenta, DADELOS es en realidad la SOLEDAD vuelta del revés.
Contra lo que pueda parecer, la soledad no está en Ipiés, aunque casi
sea un núcleo deshabitado más de los muchos que atiende Sabiñánigo.
No, Ipiés es Dadelos, lo contrario de la Soledad. La soledad la sienten
los dieciocho cuando están lejos de Ipiés, cuando están rodeados de
gente en Barcelona, Zaragoza, Huesca, Jaca, Sabiñánigo, cuando los mass-media
les informan -o desinforman- cuando corren por la calle, cuando un día más ha pasado entre trabajo y rutina, cuando sienten que la vida se les escapa entre los dedos de la mano, cuando se ven lejos de su lugar de origen, cuando tienen que competir en el mundo artístico, cuando tienen que hacer valer su capacidad profesional, cuando el ruido de unos niños no les deja escuchar los matices del silencio.
Dadelos
En estos tiempos de falta de alternativas, de decepción, de correciones
políticas, de relatividades y, sobretodo, en este momento en el que
el mundo se ha hecho tan pequeño que no cabemos en él, Dadelos es una
acción pequeña pero intensa, de calidad y calidez, es la construcción
de nuestro propio y colectivo Idaho privado. En éste caben
la discusión sin fin, la escucha y observación de los otros trabajos.
Es una red inalámbrica de mentes en la que, en especial, caben los placeres
gastronómicos, el aporte generoso de creatividad y amistad, con el nexo
común del arte.
Para unos la soledad será fragilidad, para otros desequilibrio geométirco,
para otros espacios limitados, para otros desarraigo de un objeto, o
vacuidad de contenidos, enfrentarse al lienzo vacío, historias cinematográficas,
añoranza estival, composiciones musicales, poemas, ciencia, perspectiva,
materiales, estampación, técnicas inexploradas antes.
Para todos, sin embargo, Dadelos será lo contrario de la soledad. El
lugar del encuentro, la excusa para tener una nueva referencia en su
vida, una referencia extraña, inexplicable para quien no la ha vivido,
la referencia más solitaria, pero más acompañada que hayamos conocido
nunca.
Lobby
Dadelos será finalmente la imagen de marca de este extraño lobby que, sin ánimo sectario despliega su influencia positiva y congrega a sus adictos hoy en el Altoaragón, mañana en Suiza, o pasado mañana en Barcelona.
Ipiés
Dadelos en Ipiés, una ventana a la contemporanedidad para los de aquí,
los que tienen tiempo, y una toma de tierra para los de allí, los que
tienen prisa.
Dadelos es eso, cuatrocientos treinta y dos, es decir, dieciocho por
veinticuatro.
Javier
Brun
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