|
LA
POSICIÓN CORRECTA PARA VER LOS DESASTRES DE LA GUERRA
|
|
La
serie de grabados de Goya, editada por la Academia de Bellas
Artes de San Fernando en 1862 con el título de Desastres
de lo guerra, comprende un total de 80 estampas, a las que
habría que añadir al menos otras dos que no
se publicarían hasta 1957. No faltan quienes piensan
hoy que esta serie, olvidada tras la muerte del genial pintor
aragonés, es su obra más importante. Puede que
sea así. Pero doctores tiene la iglesia y no va a ser
un lego en la materia quien lo discuta. Por otra parte además
de confesar mi ignorancia he de confesar mi preocupación,
nuestra preocupación, si es verdad como debo suponer
que no hay nadie, sea hombre o mujer, que no comparta hoy
con nosotros la preocupación por la guerra, y siendo
éste el problema, nuestro problema, convendrán
todos conmigo que desde otro punto de vista, de importarnos
todavía alguna obra de Goya, es ésta por desgracia
la que más debería importarnos.
|
|
MADRE
INFELIZ
Escena
desgarradora. Con fondo oscuro, Goya recoge en primer término
el dolor de una niña huérfana andando tras el
cadáver de su madre transportado por varios hombres.
|
|
|
Suele
dividirse la serie de los Desastres, después de
una estampa introductoria sobre los tristes presentimientos
de lo que ha de acontecer, en una primera parte de 46 estampas
referidas a los violentos horrores de la guerra, otra de 17
estampas sobre la hambruna que sobrevino a los habitantes de
Madrid, seguida de los 16 "caprichos enfáticos"
o estampas alegóricas en las que se critica la represión
fernandina de la inmediata posguerra, y las dos últimas,
la 81 y la 82, en las que se contrapone una alegoría
de la Guerra a la visión utópica de la Paz. Según
consta en el ejemplar de la serie que perteneció a Ceán
Bermúdez y se conserva en el British Museum, el título
que quiso darle el autor fue: Fatales consecuencias de la
sangrienta guerra en España con Bonaparte. Y otros
caprichos enfáticos... Una vez despejada la primera estampa
como introducción general (como un Cristo en el Huerto
de los Olivos así el hombre ante lo que ha de pasar,
así la humanidad, piensa Goya y así lo graba)
este título corresponde mejor a la división interna
de la serie en dos mitades: una, la primera (de un crudo realismo
en la que todas las escenas son verosímiles excepto la
40, pero ninguna anecdótica), en la que se repudia la
guerra con sus graves consecuencias inmediatas, el hambre y
la miseria, y otra, la segunda (con estampas simbólicas
y alegóricas), en las que se hace una crítica
política de la restauración fernandina con el
rechazo de la constitución que ella supuso. Pero también
esto, desde la propia experiencia de Goya, fue un desastre de
la guerra que sólo sirvió para sepultar lo que
debe ser en lo que ha resultado ser una vez más: Nada
(69) de lo que soñaba. Porque Murió la Verdad
(79) y Goya se pregunta Si resucitará? (80). De
modo que al final queda por saber si la Guerra, que ya es como
puede verse en todos los desastres, terminará devorando
a la humanidad entera (81) o por el contrario seremos capaces
de hacer realidad la utopía que debe ser y en la que
"soñamos" cuando estamos despiertos: la Paz
(82) y con ella la Verdad, la Libertad y todos los beneficios
que de ahí se siguen.
|
PARA
ESO HABÉIS NACIDO
|
|
Goya
tiene una "visión" y retiene la esperanza a
pesar de todo, y graba ingenuamente lo que ha visto en su visión:
una joven matrona resplandeciente, que acoge a un hombre viejo
muy trabajado que ¡leva en la mano un azadón y
al que le muestro los beneficios que traerá la Paz, representados
por un cesto lleno de frutos y un cordero que se acerca, y un
niño protegido en su cuna, y otros muchos revoloteando
libremente como un coro de ángeles; una estampa digna
de Fourier, de Saint-Simón y de todos los utopistas honrados
que soñaron y sueñan en el mejor futuro para la
humanidad a pesar de las malas noticias. Y después de
grabar la visión, escribe: Esto es lo verdadero.
Siendo esta última estampa una alegoría de la
Paz, se opone ella sola a todas las demás y en este sentido
se sale de la serie goyesca de los Desastres de la guerra y,
en otro sentido más profundo, de toda la historia de
la humanidad, tal cual es, para afirmar lo que debe ser.
Los
grandes beneficios en los que sueña la razón cuando
está despierta (me refiero a la que no nos deja dormir:
a la razón verdaderamente práctica, la razón
de la ética y de la conciencia moral) no son nunca consecuencias
de la guerra. Las consecuencias de la guerra son otra guerra
hasta la destrucción final de la humanidad. La guerra
es el monstruo que produce el sueño de la razón.
No es la última razón, sino el fin de la razón
o lo que viene cuando la razón duerme: es como la noche
cuando es de noche, cuando se acabó el día. La
guerra es las tinieblas. La razón es la luz, el sol que
sale para todos. Pero puede suceder que el día salga,
no de las tinieblas, sino contra ellas, como la paz contra la
guerra pero nunca de la guerra. O la vida contra la muerte,
pero no de la muerte. Resucitar es una victoria contra la muerte,
difícil victoria. No obstante, si aún nos queda
un soplo de vida para vivir la muerte, y un poco de luz aunque
sólo sea para ver las tinieblas, puede ocurrir esa victoria.
Porque entonces, más allá de la astucia y la estrategia
para conseguir lo que nos proponemos, sabremos quizás
lo que a todos nos conviene y descubriremos el camino que conduce
a la paz. Pienso que la pretensión de Goya en esto obra
es despertar la razón práctica. Ése es
el énfasis o la intención que, a mi juicio, conviene
resaltar en estos grabados.
|
ENTERRAR
Y CALLAR
|
|
Ante
los Desastres de la guerra no cabe una actitud puramente
estética o contemplativa, si queremos entender y sentir
lo que representan. Goya no ha querido hacer de la guerra
un pretexto para pintar o hacernos ver cómo pinta,
no se entretiene en detalles: va al bulto, y el bulto que
le importa es la violencia bruta, que no tiene nodo de sublime
o hermoso. Por eso deja la épica para otros y no busca
detener a nadie en la contemplación de su obra sino
más bien movilizar a todos los que la vean contra lo
que en ella representa.
Antes
que los grabados fueron los recuerdos de Goya, y antes que
los recuerdos su propia experiencia: Yo lo vi (44)
Y esto también (45), No se puede mirar
(26)... Pero lo que Goya pretende es justamente eso: que veamos
lo que él vio, los mismos desastres. No como vemos
hoy desde el sofá una guerra que parece virtual aunque
es real, como la del Irak ahora mismo con lo que está
cayendo, sino más bien al contrario: que veamos como
real lo que él vio y es ahora, para nosotros, lo que
ya pasó en la historia de España. Es verdad
que los recuerdos no duelen como lo que recordamos, ni las
descripciones históricas de unos desastres como los
mismos desastres, y sin embargo no tiene ningún sentido
ver los Desastres de Goya si no nos duelen en absoluto
los hechos que representan: aquéllos y éstos,
los que pasaron y los que pasan ahora mismo. Goya se refiere
a todos los desastres. Ver una exposición como ésta
es exponerse a lo que en ella se expone, a lo que estamos
ahora mismo todos expuestos. El único sentido de esta
exposición es oponerse a la Guerra.
José
Bada
Autor del libro La Paz y las paces. Miembro del Seminario de
Investigación para la Paz
|
|
|
|
|
|
|
|