José
Verón Gormaz es ante todo un poeta. Un poeta
que se expresa mediante la palabra pero también a través
de la captación de imágenes. La pluma -el lenguaje-
y la máquina fotográfica son pues los dos instrumentos
que utiliza el artista para materializar sus creaciones y
ofrecernos a nosotros, lectores/espectadores, su particular
percepción de cuanto le rodea.
Su
excepcional manera de sentir se vislumbra en esa
asombrosa capacidad para captar luces y sombras, matices y
sentimientos que apelan a lo más profundo de nuestra
sensibilidad y, como si de una varita mágica se tratara,
nos trasportan a escenarios apenas intuidos aun cuando ya
hubieran sido visitados.
Para
Heidegger "el poeta es un médium que está
entre los dioses y los humanos" y Verón Gormaz,
Pepe para los amigos, se ajusta extraordinariamente a ese
arquetipo. Cuando sus ojos captan el encuadre adecuado, espera
con infinita paciencia ese momento exacto, preciso, único
en el que todo confluye y entonces, sólo entonces,
lo fija, lo detiene. Porque "el poeta está expuesto
al relámpago de Dios", nos vuelve a decir Heidegger,
y nuestro artista posee una especial capacidad para captarlo.