Esther Otto Bellosta

 

Alterar las constantes históricas de la plástica fue y es un objetivo irrenunciable para cualquier vanguardia. El siglo XX es un testigo fiel de esta acción. Pero no se cambian las condiciones formales de la plástica alternado exclusivamente las imágenes, que pueden o no ser sorprendentes, o incluso estar de moda o no. Un simple paisaje puede ser mucho más revolucionario desde el punto de vista pictórico, que una imagen más o menos novedosa, y Cezanne es un ejemplo irrefutable.

Modificar el idioma, jugar con él, darle otro sentido, comprometerse con la herramienta primera: el color, la luz, la composición, las tramas, la gráfica... éste es el verdadero principio y fin de cualquier búsqueda, verdad primera.

Y con esta honestidad se presenta la obra de Esther Otto, en paisajes que no necesariamente implican formalidad y costumbrismo, o el recurrente verde o la luz con trampa. Esther lo altera todo, se moja y juega, se implica y entra en el eterno buscarse y buscarnos, nos describe el paisaje pero de otra manera, única e intransferible, acompañada del tiempo y protegida por él, alejándose del recurso fácil para encontrar la comunicación. Así sus paisajes se convierten en materia y color, en principal protagonista de una historia donde la composición, la distribución de los espacios, es fundamental para conocer su sensibilidad. En su obra el color se aísla de la luz porque ya es en sí misma "la luz", y la gráfica separa el dibujo, lo recorta y lo desnuda. A partir de ese momento es el espectador el que entra en escena y son su mirada y su sensibilidad las que terminan el cuadro.

La casualidad, la mancha, la materia, la emoción, la gráfica, el color... son sólo algunas de las excusas que Esther utiliza para soñar el paisaje y convertirlo en una utopía.

PABLO SOBISCH

 

 

 

 

 

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