Ramón José Sender Garcés (1901-1982) figura con derecho propio en los lugares más destacados del parnaso literario español del siglo XX. Nacido en la pequeña localidad de Chalamera de Cinca el 3 de febrero de 1901, es Sender el autor en lengua castellana traducido a más idiomas tras el indiscutible primer puesto de Miguel de Cervantes. Los dos primeros años de vida de este clásico, cuya vigencia está suficientemente contrastada por el número de ediciones de sus obras, transcurrieron en Chalamera. En 1903 la familia se traslada a la localidad vecina de Alcolea de Cinca. Ocho años después, en 1911, los Sender pasaron a Tauste. Para cursar el tercer curso de bachillerato, el joven Ramón fijó su residencia en Reus. Ya en 1914 recalará en Zaragoza, ciudad en la que terminará sus estudios secundarios. Todos estos años de infancia y adolescencia quedarán indeleble y magistralmente inventariados en la deliciosa autobiografía novelada Crónica del alba (1965).
Con apenas quince años comienza Sender su fase de aprendizaje literario a través de colaboraciones en la prensa del momento. Serán las planchas de la zaragozana La Crónica de Aragón, del alcañizano El Pueblo, de los madrileños España Nueva, El País, Béjar en Madrid y La Tribuna, y más tarde, del oscense La Tierra, las testigos de estos primeros ejercicios de una escritura un sí es no es tardomodernista. Tras su paso por el servicio militar, realizado en Melilla, y sin el que no se entiende la novela Imán (1930), y durante el cual firmó colaboraciones para El Telegrama del Rif, Sender decide asaltar la fama en el corazón periodístico de la corte madrileña. Así, en abril de 1924 Sender se convierte en redactor de El Sol, periódico en el que dejará excelentes muestras de sus progresos literarios en forma de crónicas, cuentos -son de especial relevancia los publicados a la sazón en Lecturas- y reportajes. Fruto de la labor de informador de actualidad son sus primeros libros El problema religioso en Méjico (1928) y América antes de Colón (1930).
La excelente novela Imán (1930), y su éxito inmediato, abre el periodo de compromiso progresista y reconocimiento literario del Sender de los convulsos años treinta. Las publicaciones se suceden con rapidez: El Verbo se hizo sexo (1931), O.P. (1931), La República y la cuestión religiosa (1932), Proclamación de la sonrisa (1932), Siete domingos rojos (1932), Casas Viejas (1933), Madrid-Moscú (1934), Viaje a la aldea del crimen (1934), Mr. Witt en el Cantón (1936; Premio Nacional de Literatura). A todas estos libros deben sumarse multitud de colaboraciones en las revistas de izquierda más significadas del periodo republicano.
Atraído en primera instancia, y después voluntaria y progresivamente apartado del movimiento comunista, Sender hubo de vivir por este motivo unos especialmente trágicos momentos durante los primeros meses de la Guerra Civil. Por una parte sufrió persecución de manos de la derecha sublevada, quien se ensañó con su hermano Manuel -alcalde de Huesca- y su esposa Amparo, pero por otra también de los mandos comunistas. Durante la confusión bélica escribe y publica Contraataque (1937).
Con el fin de la Guerra se inicia el periodo de exilio americano de Sender. Primeramente recaló en Méjico; allí fundó la editorial Quetzal, de cuyos talleres saldrían Proverbio de la muerte (1939), El lugar del hombre (1939), Hernán Cortés (1940) y Mexicayotl (1940). Con el tiempo, los tres primeros citados serían reescritos y retitulados como La esfera (1947), El lugar de un hombre (1958) y Jubileo en el Zócalo (1964). También editó allí el Epitalamio del prieto Trinidad (1942) y la primera narración de Crónica del alba (1942).
En 1946 recala en los Estados Unidos de Norteamérica y se nacionaliza norteamericano. Tras algunos meses vividos en Nueva York, se traslada a Alburquerque como profesor de Literatura Española Moderna de la Universidad de Nuevo Méjico. Colaboró en un buen puñado de publicaciones periódicas al tiempo que iba publicando libros de gran calado como El vado (1948), El rey y la reina (1949) y El verdugo afable (1952). De ese mismo año data la edición de Mosén Millán, cuyo título fue convertido en el más conocido de Réquiem por un campesino español en la edición bilingüe de 1960. Al, a no dudar, libro más célebre del escritor, sucedieron Hipogrifo violento (1954), Ariadna (1955), Bizancio (1956), Unamuno, Valle Inclán, Baroja y Santayana (1957) -con los años, aumentado en Examen de ingenios. Los noventayochos (1961)-, La quinta Julieta (1957), Los cinco libros de Ariadna (1957), Emen hetan (1958), El diantre (1958), Los laureles de Anselmo (1958), El mancebo y los héroes (1960), Las imágenes migratorias (poemario de 1960), La llave (1960), Novelas ejemplares de Cíbola (1962), La tesis de Nancy (1962; primera de la popular serie), La luna de los perros (1962), Los tontos de la Concepción (1963), Carolus Rex (1963).
De autor exiliado de culto pasó Sender a escritor popular en España de la mano de Destino y a raíz, sobre todo, de la edición completa de Crónica del Alba (1965). Pero Sender seguía en su ostracismo estadounidense; en 1963 pasó de Alburquerque a Manhattan Beach (California). Allí terminó la escritura de La aventura equinoccial de Lope de Aguirre (1964), Jubileo en el Zócalo (1964), El bandido adolescente (1965), Valle Inclán o la dificultad de la tragedia (1965), El sosias y los delegados (1965), Cabrerizas altas (1966), Tres novelas teresianas (1967), Las gallinas de Cervantes (1967), Ensayos sobre el infringimiento cristiano (1967), Las criaturas saturnianas (1967), El extraño señor Photynos (1968), Don Juan el la mancebía (1968), Novelas del otro jueves (1969), Comedia del diantre y otras dos (1969), Tres ejemplos de amor y una teoría (1969), En la vida de Ignacio Morel (premio Planeta 1969), Relatos fronterizos (1970), Nocturno de los 14 (1970), Zu o el ángel anfibio (1970), Ensayos del otro mundo (1970), La antesala (1971), El fugitivo (1971).
En 1972 Sender traslada, por motivos de salud, su residencia de Los Ángeles a San Diego. En esta ciudad continuó su febril y prolífica actividad literaria, con títulos tales que Tupac Amaru (1973), Una virgen llama a tu puerta (1973), Libro armilar de poesía y memorias bisiestas (1974), Cronus y la señora con rabo (1974), Nancy, doctora en gitanería (1974), La mesa de las tres moiras (1974), Las tres sorores (1974; reescritura definitva de Siete domingos rojos), El futuro comenzó ayer (1975), Arlene y la gaya ciencia (1976), El pez de oro (1976), La efemérides (1976), El Mechudo y la Llorona (1977), El alarido de Yaurí (1977), Gloria y vejamen de Nancy (1977), El superviviente (1978), Adela y yo (1978), Solanar y lucernario aragonés (1978; compuesto de artículos aparecidos en el Heraldo de Aragón), La mirada inmóvil (1979), Por qué se suicidan las ballenas (1979; primero de los doce libros publicados en Destino referidos a los signos del Zodiaco -1978-1982-, entre los que destacan Una hoguera en la noche y la Orestíada de los pingüinos -reescrituras de narraciones homónimas de juventud-), Ver y no ver (1980), Monte Odina (1980), La cisterna de Chi-Chen Itza (1981), Segundo solanar y lucernario (1981) y Chandrío en la plaza de las Cortes (1981). Póstumos, aparecieron Álbum de radiografías secretas (1982), Hughes y el once negro (1984), Toque de queda (1985) y la edición completa de la serie de Nancy, Los cinco libros de Nancy (1984).
En 1974 y 1976 pudo Sender regresar fugazmente a España, con la excusa de la impartición de varias conferencias en ciudades españolas (Barcelona, Zaragoza, Huesca). En el segundo de los viajes, se le tributó un emotivo homenaje en Chalamera, pero la felicidad del regreso fue turbada por los desagradables sucesos acaecidos en la residencia mallorquina de Camilo José Cela. No retornaría a su país natal, pero sí recuperaría, en 1980, la nacionalidad española. El 16 de enero de 1982 la muerte le sorprendió al escritor de Chalamera en su domicilio de San Diego.
Por asombrosamente prolífica, la obra de Sender resulta necesariamente desigual, pero un buen puñado de títulos de los hasta aquí sumaria pero no exhaustivamente expuestos han pasado por méritos propios a considerarse de lo más logrado, en punto a calidad literaria, en la historia de las letras españolas contemporáneas. Universal en su tratamiento de asuntos aparentemente locales y autobiográficos, inmediato y trascendente a un tiempo, el lúcido discurso senderiano puede resumirse en el acertado sintagma del profesor José-Carlos Mainer: "Un misterio plural inextinguible". Es por esto por lo que lectores de diversas generaciones vuelven una y otra vez, sin cansancio, a zambullirse en la ficción senderiana, paladeando fabulaciones de inquebrantable vigencia. Sender, todo un clásico.
Juan Carlos Ara Torralba.
Ex-tutor de Filología del Centro de la Uned de Barbastro